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domingo, 28 de junio de 2015

#ABPmooc_intef. U4. Autoevaluación de mis prácticas evaluadoras: ajuste, variedad y diversión


La evaluación no es fácil. Es la parte que me parece más complicada de todo el proceso (amén de aburrida cuando se trata de corregir exámenes "tradicionales") y, a la vez, la más delicada. Intento hacerlo lo mejor posible, pero en ocasiones se hace difícil ajustar la medición de determinadas competencias o encontrar la estrategia que ofrezca la información más completa y, sobretodo, justa. Emplearla como medio para tomar decisiones de mejora, los alumnos y yo, también me parece imprescindible. 

https://www.flickr.com/photos/billsophoto/4175299981

Resumiría mis prácticas de evaluación en tres principios: ajuste, variedad y diversión (para todos).

En primer lugar, trato de ajustar la herramienta de evaluación a la tarea que me proponga evaluar: 
  • pruebas escritas: reconozco que sigo apegada a los exámenes tradicionales y realizo al menos dos por trimestre, más los que hagan falta de recuperación. Me siguen pareciendo buen instrumento para comprobar la capacidad de comprensión de un texto, la expresión escrita, la adquisición de contenidos teóricos y su aplicación práctica en ejercicios concretos. 
  • cuaderno: para evaluar el esfuerzo diario, como siempre, evalúo el cuaderno del alumno y tomo notas en el mío (sobre el trabajo realizado y si es de calidad, si muestra dificultades, si parece hecho para salir del paso o es posiblemente un copiado de última hora de algún compañero "solidario"...). 
  • grabaciones: si lo que quiero es evaluar la expresión oral o la lectura, suelo realizar grabaciones de las mismas con mi dispositivo, para que quede también registro de estas prácticas. 
  • rúbricas: me gusta utilizarlas en el caso de los trabajos en grupo y por supuesto en el aprendizaje por proyectos, porque permiten dejar claros los criterios, sirven de guía durante la ejecución y el nivel que puede llegar a alcanzarse, dando mayor seguridad al alumnado y, en general, mejorando los resultados. Está claro que es la estrategia elegida para co-evaluar junto a los alumnos mi PMV.
Prueba de lectura tipo test
sobre el Lazarillo de Tormes
Prueba tipo test sobre
la oración compuesta
  • formularios de Google: es el primer año que los utilizo y me han parecido especialmente útiles para realizar pruebas de lectura tipo test o para comprobar si se han comprendido conceptos muy concretos, para seguir avanzando o reforzarlos más si es necesario.
  • roscos de pasapalabra: esta aplicación me llegó gracias a mi compañera Lorena Muñoz, que lleva varios cursos aplicándolos con muchísimo éxito en sus clases de Francés. Yo los he utilizado este año para repasar/evaluar el nuevo vocabulario aprendido en 1º de ESO. La misma utilidad le di a los juegos de Thatquiz, que también me mostró Lorena y pueden ser muy útiles para practicar/evaluar los tiempos verbales.

  • ¿Quién quiere ser millonario?: con esta aplicación evalué los contenidos sobre literatura renacentista en el segundo trimestre de 3º de ESO. Los alumnos se distribuyeron por equipos y jugaban una partida de entre las seis diseñadas por mí sobre el tema del libro de texto. Cada respuesta acertada sin ayuda del grupo sumaba 0'2 (0'1 si el alumno tenía que consultar a los compañeros). En caso de utilizar comodín, se consolidaba el puesto pero no se sumaba punto. Por cada cinco respuestas correctas, se aseguraba la puntuación obtenida. En total, cada grupo podía llegar a conseguir hasta tres puntos, que contaban en el examen "tradicional" correspondiente. 


Estas últimas prácticas responden a los otros dos criterios que señalaba al principio: variedad y diversión. Considero necesario que el alumno sea capaz de enfrentarse a pruebas de distintos formatos y que también pierda el miedo a mostrar lo que sabe con actividades evaluables que sean más lúdicas o motivadoras. El factor diversión no sólo lo tengo en cuenta por ellos. Me aburre soberanamente corregir exámenes y, de cuando en cuando, agradezco que otro lo  haga por mí (caso de los formularios de Google) o que nos echemos unas risas (caso del juego del millonario, con el que se me puso cara de Carlos Sobera y disfruté como una enana). Ese aire fresco quita rigidez al momento de la evaluación que, muchas veces, obtiene mal resultado porque el alumno se queda en blanco por culpa de los nervios. ¡Cuántas veces veo alumnos que demuestran en clase saber mucho más que lo que luego refleja su prueba escrita!

De esta manera, creo que no sólo obtengo información cuantitativa, sino también cualitativa, especialmente útil para aquellos casos más dudosos. Y siempre trato de corregir las pruebas (sea cual sea) en clase con ellos, de manera que se produzca una coevaluación. Si hemos hecho un examen, lo rehacemos todos juntos al día siguiente (si miramos las estadísticas que adjunto al final, ¡parece que algunos ni se enteran!). Si es una rúbrica, tras la exposición o la muestra del proyecto concreto, la evaluamos entre todos según los criterios de la misma. Se sienten partícipes, no "discuten" su nota conmigo porque a veces la tienen más clara que yo y hasta pueden llegar a ser más estrictos consigo mismos que el profesor.

En alguna ocasión, al repasar juntos la prueba, observo que yo también me equivoco (en la dificultad del texto elegido, el formato de las preguntas, el cálculo del tiempo necesario/disponible para su correcta ejecución...). Y, si me equivoco, me corrijo. La próxima vez que diseño una prueba, intento no cometer el mismo error y, en caso de que tenga como consecuencia un resultado general más bajo de lo habitual, les sumo un punto en compensación (y ellos se ponen contentísimos).

En conclusión, mis estrategias de evaluación son mejorables, en tanto que creo que alcanzar la excelencia en este aspecto es muy difícil, como ya decía al inicio. Pero, con todo, me siento satisfecha y parece que ellos también, a juzgar por la evaluación que hacen de mi práctica docente (sí, yo también me someto a exámenes, que responden de forma anónima y voluntaria a través de otro cuestionario de Google):





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